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Ser mayor y vivir con disfagia

Residencia de ancianos. Residencia para mayores y tercera edad en Bilbao Bizkaia y Vitoria Gasteiz Araba

Mirella Galán Acosta
Enfermera
IMQ Igurco Forua-Residencia Calabria

La disfagia es uno de los síndromes geriátricos con mayor prevalencia e impacto sobre la capacidad funcional, el estado de salud y la calidad de vida. Se trata de la imposibilidad o dificultad para deglutir alimentos líquidos o sólidos por afectación de una o más fases de la deglución. Puede ser ocasionada por un estrechamiento en algún lugar del tracto digestivo que obstaculiza el paso de la comida o por alteraciones en los movimientos de aquél, que entorpecen el paso desde la boca hacia el estómago.

Se distinguen dos tipos de disfagia: la orofaríngea y la esofágica. En la primera, el paso del bolo alimenticio desde la boca al esófago está afectado; y en la segunda, el tránsito en el que existe el problema va desde el esófago hasta el estómago. En personas mayores, los trastornos de la deglución son generalmente orofaríngeos.

Este tipo de disfagia, la orofaríngea, suele ser causada mayoritariamente por enfermedades como demencia, párkinson, ictus, etcétera. También la candidiasis y la faringitis pueden provocar una alteración temporal de la deglución. En cuanto a la disfagia esofágica, las causas pueden ser: reflujo gastroesofágico, estenosis (estrechamiento), radioterapia, tumores en la zona del estómago y esófago y otros.

El síntoma más representativo de la disfagia es la dificultad para tragar. La sensación de que los alimentos se quedan pegados en la zona de la garganta y el pecho, la tos durante las comidas o la regurgitación son otras señales para detectarla. Es fundamental identificar el riesgo de broncoaspiración.

Una alteración en la deglución puede provocar complicaciones en sus dos características fundamentales: en primer lugar, en la eficacia, con consecuencias como la deshidratación y la desnutrición; y en segundo lugar, en la seguridad, provocando aspiraciones por la introducción de alimentos en vías diferentes a la digestiva. Otras complicaciones en el paciente mayor son las infecciones respiratorias y neumonías aspirativas, dependencia, necesidad de utilización de medios de nutrición artificial, etc.

Entre los factores de riesgo de la disfagia destacan el envejecimiento natural y desgaste del esófago, así como la presencia de ciertos trastornos neurológicos o del sistema nervioso.

Para poder diagnosticarla se debe realizar una anamnesis y una exploración física, valorando las estructuras que participan en el proceso de la deglución. Estos resultados pueden ser complementados con una videofluoroscopia, que nos aportará información muy valiosa para el diagnóstico y adecuación del tratamiento para conseguir una deglución eficaz y segura.

Adaptación de la dieta

En la disfagia es primordial la adaptación de la dieta con texturas homogéneas, evitando alimentos duros o con doble textura, como por ejemplo una sopa con fideos. Adecuaremos la presentación farmacéutica evitando cápsulas, triturando comprimidos y utilizando espesantes.

Para alimentar a una persona dependiente con disfagia es aconsejable sentarla correctamente evitando la hiperextensión del cuello y colocándonos frente a ella asegurándonos de que ha tragado el alimento antes de ofrecer una nueva cucharada. La educación del paciente y sus cuidadores acerca de la mejor técnica de alimentación ayudará a minimizar los riesgos de atragantamiento.

Una buena formación en esta materia para pacientes, familiares y cuidadores es primordial a la hora de detectarlo y tratarlo para evitar futuras complicaciones.

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